La patria no se vende porque ya la hipotecaron

(Mario Albera) “La patria no se vende”, cantan los sediciosos mientras siembran la anarquía en las calles del Congreso nacional para intentar impedir el funcionamiento de un poder del Estado. 

“La patria no se vende”, reza la progresía como proclama nacionalista autoritaria para dividir trincheras entre los pertenecientes a una nación y los anti patria. 

“La patria no se vende”, porque ya la hipotecaron los últimos años gobiernos marcados por la corrupción y la mala praxis económica.  

La hipotecó el exministro de Economía, Sergio Massa, cuando emitió descontroladamente para alimentar una alocada candidatura presidencial y terminar de coronar la destrucción del valor de la moneda nacional.

La hipotecó el hoy gobernador bonaerense, Axel Kicillof, cuando como ministro de Economía estatizó YPF incumpliendo cláusulas contractuales que impulsaron a la justicia norteamericana a condenar al Estado argentino a pagar una indemnización de más de US$ 16 mil millones (o inclusive,  mucho más) 

La hipotecó el fundamentalismo estatal generando un déficit operativo sumado de las 33 empresas del sector público nacional de $ 1,3 billón en los 12 meses hasta septiembre de 2023, equivalente a unos 3 mil millones de dólares. 

La hipotecaron años de asistencialismo creando una fábrica de pobres e indigentes, estructurales, en nombre de la justicia social. 

La hipotecaron años de funcionamiento de una aceitada maquinaria de corrupción estatal K para desviar dineros públicos hacia patrimonios personales injustificados. 

La hipotecó también el macrismo al aumentar el endeudamiento público externo con la vuelta al FMI y fracasando como alternativa de poder. 

Acaso, 

¿Es vender la patria hacer algunas concesiones fiscales e impositivas para atraer la inversión privada a la Argentina, hoy por el piso?

¿Es vender la patria favorecer la apertura económica y crear las condiciones para recrear un capitalismo tolerable (y no de amigos), como generador de riqueza? 

¿Es vender la patria flexibilizar el régimen laboral para salir del agotado modelo de empleo público para pasar a un modelo de creación de empleo privado?

¿Es vender la patria volver a la ortodoxia fiscal para recuperar el valor de la moneda controlando la inflación, el impuesto más injusto existente?

¿Es vender la patria acabar con los curros de los gerentes de la pobreza que delinquen con el hambre y las necesidades de los indigentes?

Por eso no se entiende el significado de esa proclama vacía con aroma a naftalina setentista que enarbolan los opositores para contrarrestar el liberalismo económico a ultranza pregonado por Milei. Porque si alguien vendió “las joyas de la abuela” fue el peronismo neoconservador de los noventa con el apoyo explícito de los exponentes del peronismo nacypop (Néstor y Cristina) del siglo 21.   

Quienes buscan sembrar el caos en las calles, con el apoyo cómplice de sus compinches políticos, pretenden la destitución de un gobierno asumido hace solo seis meses. ¿Hay algo más antidemocrático que el desprecio por el voto popular?

Al pretender hacer caer la ley Bases, el propósito es vaciar de poder a un gobierno frágil de mayorías parlamentarias para ejecutar su plan de gobierno de forma automática. La reacción favorable de los mercados y la baja del riesgo país es la consecuencia del primer triunfo del gobierno; de lo contrario, hoy el país habría amanecido en zozobra económica con el dólar informal descontrolado.  

La patria, ya hipotecada, no se vende. Se la apedrea hasta desfigurarla. 

 

  

Dejá una respuesta

A %d blogueros les gusta esto: