La traumática rebeldía libertaria
(Mario Albera) Se afirma con tono de sentencia que votar a Javier Milei es “un salto al vacío” o “un viaje a lo desconocido”. ¿Acaso algunos de sus adversarios electorales puede garantizar un plan de estabilización económica confiable, con una moneda dura y equilibrio fiscal? Con el presente hiperinflacionario massista y el fracaso reciente macrista, el futuro es un misterio.
Se asegura que Milei está loco. “Locos somos todos”, escribió Alejandro Borensztein el 26 de agosto en Clarín. Y expone: “¿Acaso Cristina demostró algún equilibrio emocional en los 20 años que lleva como jefa suprema del país? Desde las inolvidables cadenas nacionales hasta los últimos ataques de furia por zoom y frente a la Justicia, los ejemplos son infinitos. ¿Cómo olvidar aquellos pasitos de baile en Plaza de Mayo mientras reprimían y mataban en Tucumán y otros lugares del interior? Ni hablar cuando, tras la muerte de Nisman, apareció por cadena nacional, sentada en una silla de ruedas y vestida de blanco como para ir a una fiesta de 15″.
La calle es una jungla donde muchos Milei compiten al volante por transgredir la ley y putear al resto de los automovilistas por una maniobra errónea. La hostilidad ciudadana está a la orden del día y la catártica ira colectiva se expresa en las canchas de fútbol y ámbitos masivos. Esto no lo exime al candidato a presidente de La Libertad Avanza a actuar con templanza, pero sincera la hipocresía colectiva de ver locura solo en el ojo ajeno.
Se fabula con las características místicas del libertario, que se comunica con los perros vivos y muertos. ¿Acaso las señoras de portar crucifijos no emiten plegarias, rezos y se comunican con el más allá, y nadie las catalogaría de locas? La superchería religiosa está permitida, no así el agnosticismo canino. Amén.
Se atemoriza por anticipado al electorado aludiendo al supuesto cambio traumático por lo disruptivo propuesto por Milei. Pero ¿y los traumas del presente? Las heridas lacerantes de la pobreza, indigencia, inflación, devaluación y endeudamiento. ¿Acaso no trauman y fastidian la convivencia? ¿Acaso esas heridas no se profundizan a diario agrandando la brecha entre ricos y pobres bajo un gobierno supuestamente defensor de la justicia social y promotor de la igualdad de oportunidades?
El politólogo Rodrigo LLoret (Perfil) sostiene que Milei representa, de ganar la presidencia, “la muerte de la democracia”. Algo parecido había afirmado el semanario británico The Economist. Para LLoret, la aparición de candidatos antisistema como Bolsonaro, Trump y Milei, que emergen con la propuesta de echar a todos los políticos para ponerle fin a sus privilegios al considerarlos responsables de la debacle social y económica, son un peligro “para el consenso básico de la convivencia pacífica”.
La emergencia de Milei expresa el fracaso del sistema de representación político conocido donde el PJ (Cristina Kirchner) y Juntos por el Cambio (Mauricio Macri) se repartían la representación del electorado casi por mitades. La irrupción del libertario rompe esa lógica y provoca un cisma institucional porque no reconoce a sus pares (la casta) y patea el tablero hasta lo desconocido. Es un acto de rebeldía, impropio de un conservador. Pero que demuestra que la rebeldía (la alegría) no solo es brasileña (progresista), sino que puede ser de ultraderecha.
Las ideas económicas del libertario no serían nuevas. “Las ideas de Milei son ideas del pasado, son las que predominaron en el 76, las ideas que predominan en los 90, no es ninguna idea nueva, son ideas que van contra la historia”, advierte en un reportaje de Perfil el economista e historiador, Mario Rapoport, quien derriba el mito expresado por Milei de la Argentina potencia a principios del siglo 20.
Para el filósofo Tomás Abraham, “Milei no tiene ningún plan de gobernabilidad”. “Pretende incendiar todo. Lo más probable si gana las elecciones es que rocíe a los argentinos con querosén, prenda un fósforo y se vaya, a los gritos e insultos, como siempre. Su prédica no es más que un eco de viejas frases que repetían que esto se arregla con un paredón y un par de metralletas”, dice Abraham.
Pero a Milei esto le importa poco: con la ilusoria dolarización y la destrucción del Banco Central los enloqueció a todos.
Para el escritor, periodista y exmenemista Jorge Asís, “el Fenómeno (por Milei) dista de ser un «loco». ¿Por qué? Porque “supo tocar la tecla justa del estado de la sociedad. Animó la campaña desde antes que comenzara”. Y agrega: “Ante la carencia alarmante de ideas expresó dos o tres ocurrencias televisivas que acentuaron la superficialidad colectiva del estancado discurso político. “Los embocó (a todos) con el concepto de “casta”, dice Asís.
“Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”, es un eslogan de campaña que ya se recita como mantra y es un golpe a la mandíbula de los dinosaurios.
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