Milei, y un mes que se parece a un año
(Mario Albera) Es muy pronto para los balances. Javier Milei recién lleva 33 días en la Casa Rosada para apresurarnos a evaluar resultados. Le quedan 3 años y 11 meses por delante, con capacidad de daño o reparación, según la óptica. Pero ha sido un mes tan arrollador en materia de hechos noticiosos para digerir y discutir que puede parangonarse a un año.
Sí podemos efectuar un balance del inefable tridente: Alberto F, Cristina K y Sergio M, hoy desaparecidos. Cuatro años de gestión, inflación 814% (Indec). Diciembre de 2019 (M. Macri), inflación interanual de 53,8%; cuatro años más tarde, 211,4%. Todo dicho. Con un bonus track: 44,7% de la población (17,5 millones de argentinos) en la pobreza. Y 4,2 millones en la indigencia, sin cubrir necesidades básicas. Las décadas ganadas dejaron tierra arrasada.
Dirán que ya son el pasado. No es así porque los rezagos del descalabro K golpean en el presente. Milei es responsable de solo 22 de días de la inflación de diciembre, donde devaluó y liberó las regulaciones en consumo masivo, naftas y prepagas. Pero la gestión del excandidato ministro Sergio Tomás hizo estragos con su emisión inflacionaria descontrolada. Massa tiene una denuncia penal por supuestamente violar la veda electoral o desviar fondos públicos con aumentos de jubilaciones, otorgamiento de créditos a tasa subsidiada, devolución del IVA y otros medidas. Su Plan Platita electoral le costó a los argentinos “entre 8 y 15 mil millones de dólares”, según los denunciantes. La magnitud del perjuicio rondaría el 2% del PBI. Allí tienen un balance.
Es pronto para evaluar resultados del nonato gobierno libertario. Pero se pueden trazar lineamientos. El primer paso fue aplicar un shock fiscal y cambiario para dejar de emitir pesos y reducir la inflación de cuajo. El shock se basa 60% en subir impuestos (retenciones y Ganancias) y 40% en cortar el gasto público (transferencias a Provincias y recorte de la obra pública) Después, a través de un mega DNU y un proyecto de ley ómnibus se busca, con el primero, desregular la economía y quitar la intermediación estatal, y con el segundo la delegación de facultades legislativas al presidente por dos años prorrogables por todo su mandato. Esto último es lo más polémico porque supondría la suma del poder público del Ejecutivo repudiada por la Constitución Nacional.
La reforma laboral propuesta por el DNU de Milei, para la CGT y los abogados laboralistas que viven de la “industria del juicio”, “avasalla” los derechos laborales. Pymes cordobesas destacan, en cambio, la necesidad de modernizar el marco que rige a las leyes laborales. “El país necesita flexibilidad para fomentar la creación de empleo, dado que las leyes laborales actuales resultan rígidas y desincentivan a contratar personal”, dicen en un comunicado. La reforma laboral está frenada por amparos judiciales de personas (jurídicas y particulares) que se sienten afectadas. La justicia que dio curso a los amparos no demostró un caso de afectación laboral por el DNU. ¿Actuó con anteojeras ideológicas?
El economista Esteban Domecq describió en X: “En 2011 había 17,5 millones de trabajadores; actualmente son casi 21 millones. ¿Dónde se crearon los 3,5 millones de nuevos empleos en estos doce años? Informales (en negro): 1.160.000 (33,6%) Monotributistas: 1.170.000 (33,9%) Asalariados Públicos: 830.000 (25,3%) Asalariados Privados: 250.000 (7,2%)”. Así, infiere que “dos de cada tres empleos generados corresponde a personas que trabajan en la informalidad”, por lo tanto “esta economía solo genera empleo precario y de baja o nula productividad”. Y concluye: “El mercado laboral argentino ya está flexibilizado de hecho, ajustando con informalidad, precariedad laboral y con caída del salario real. ¿De qué derechos están hablando?”, escribe Domecq.
El economista Aldo Abram dice que no se trata de violar derechos laborales. “Los trabajadores deben estar protegidos gremialmente y lo están; el problema son las sobreprotecciones”. Hace 12 años que el empleo privado no crece en Argentina. La población registrada está estancada en 6 millones de trabajadores. Hay más de 8 millones en la absoluta informalidad, cuentapropistas y buscavidas. ¿Cuál es el plan de la CGT para sanear el empleo en negro? Milei propone liberar las fuerzas productivas con desregulación y flexibilización para crecer y sumar empleos. Incorporar a los que sobreviven en el subsuelo de la Nación. Podrá equivocarse, pero plantea un camino. Fija un rumbo económico. ¿Qué más corporativo y mezquino es convocar a un paro en tiempo récord pensando en los seis millones de registrados en desmedro de los 45 millones de argentinos?
Alguien planteó que durante la gestión de Néstor Kirchner se crearon más de 2 millones de puestos de trabajo con esta misma normativa. Pero esto se estancó en el 2012, el kirchnerismo perdió creatividad y cambió ascenso social por empleo público y asistencialismo social. Institucionalizó la “Patria piquetera” cuando Perón había institucionalizado a la cultura del trabajo. Esa es la diferencia entre populismo y neopopulismo corrupto y prebendario. Los movimientos sociales serían ahora la columna vertebral del movimiento (Pérsico, el Chino Navarro, Grabois, Beliboni, etc) Es la “cultura del pobrismo” (Miguel Pichetto dixit)
Mientras tanto, el Congreso debate el paquete de leyes de Milei. Para los que seguimos el debate por Diputados TV es un espectáculo de vanidades. Sobre todo de algunos legisladores kirchneristas y de la izquierda, brillantes en su perorata y soliloquios, pero pobres en argumentación. Por caso, la diputada K y ex columnista de C5N, Julia Estrada pregunta al funcionario mileísta por qué en vez de proponer privatizar las empresas públicas -fuertemente deficitarias- no las usa estratégicamente como herramientas de políticas públicas. “Porque tenemos una visión distinta que la gente votó y hay que respetarla”, le dijo con sentido común Guillermo Ferraro, ministro de Infraestructura a la legisladora cultora del estatismo a ultranza.
La gente votó a alguien que confesó hasta el hartazgo no creer en el Estado (menos en el Estado empresario) y sí en las fuerzas del mercado para organizar a la sociedad. ¿Les debe gustar a todos? No. Pero es lo votado por una importante mayoría y la voluntad popular se respeta.
Una diputada de Unión por la Patria, Natalia Zaracho, reconoció “no haber tenido tiempo” para leer el proyecto de ley ómnibus enviado hace más de veinte días. Lo grave, dada su condición de excartonera y no tener finalizada la escuela primaria, es si entiende lo que lee.
Pero ser analfabeto no es delito. Por el contrario, sobran los villanos ilustrados. Por ejemplo, el reconocido cineasta Adolfo Aristarain, recordado por películas como Un lugar en el mundo y Martín (Hache), convocó en una columna de opinión publicada en Página 12 a “ganar la calle hasta que caiga el gobierno” de Javier Milei. Y descalificó a los votantes libertarios e independientes llamándolos “un grupo lamentablemente numeroso de imbéciles, ignorantes y zombies”.
Pese a su desprecio al voto popular y a las instituciones de la República como la Presidencia de la Nación, recomiendo las películas de Aristarain. No comparto la aplicación de la cultura de la cancelación ni siquiera contra los lunáticos que se creen iluminados.