Polémica por la comercialización del espacio público y festejo de Urkupiña en Villa El Libertador
Se llevará a cabo este sábado la edición 39 de Urkupiña, la fiesta religiosa organizada por la comunidad boliviana de Villa El Libertador.
El barrio entero se viste de fiesta para esta celebración tradicional y popular. Además de la decena de músicos y bailarines participantes, asisten personas de todo el país y familias de los inmigrantes bolivianos.
Con los años, la celebración que evoca los milagros de la Virgen del Valle de Cochabamba se ganó el respeto y reconocimiento de los gobiernos de la Provincia y Municipalidad al declararla patrimonio y de interés cultural para Córdoba.
Esto obliga al Estado, cada año, a proporcionar la logística para el funcionamiento del evento como servicio de seguridad, ordenamiento del tránsito, equipo de sonido y escenario, vallado de calles, ambulancia y bomberos, y baños químicos, entre otros.
Sin embargo, genera polémica en esta edición el costo del alquiler del espacio público, según lo han dejado trascender allegados a las reuniones organizativas.
El comité del festejo, integrado por miembros de las familias fundadoras, estipula cada año los montos a pagar por una porción de espacio para la venta de productos y comidas típicas.
El espacio que se comercializa es público. Se trata de la calle Río Negro, en el tramo comprendido entre la rotonda de la plaza principal y Gobernación. Es decir, lateral a la iglesia Nuestra Señora del Trabajo, ámbito para la celebración religiosa.
Isac Gutiérrez, del comité organizador, admitió ante la consulta de este periódico que la tarifa para este año es “4o mil pesos para los puestos grandes y 25 mil pesos, para los chicos”. Otras voces hicieron trascender que el cobro sería más alto: 50 mil para los grandes y 45 mil para los más pequeños.
Gutiérrez justifica el cobro para solventar “gastos varios” como “impresión de programas, carteles y limpieza”. “No es plata para los organizadores, sino para que funcione bien la fiesta”, dice.
Y aclara: “Además, le damos una parte (de lo recaudado) a la iglesia, colaboramos todos los años”.
Una fuente confiable allegada al Consejo Económico de Nuestra Señora del Trabajo confía que “el año pasado, solo le aportaron 30 mil pesos a la iglesia”. Y contrasta con lo que sucedía en el pasado remoto. “En los comienzos, muchos años atrás, todo lo que se recaudaba iba a la iglesia. Con eso se pintó la pared, se hacían refacciones, etc”, aporta esta fuente.
Privatización del festejo
Quienes cuestionan las tarifas y la “privatización” del espacio público argumentan no entender el fin recaudatorio de los organizadores cuando son los contribuyentes, a través del aporte estatal, los que solventan los gastos principales de logística del evento. En este sentido, se preguntan por qué el municipio permite la comercialización del espacio público.
Por ejemplo, marcan como un contrasentido que el Estado provea baños químicos gratuitos para los asistentes y que los organizadores cobren “peaje” para su uso. Esto pasó el año pasado.
También dejaron trascender que a los grupos musicales (caporales) también se les cobra un porcentaje por participar del evento.
“Los grupos bailables invierten mucho en traslados y en trajes, y sin embargo se les cobra”, acusa una fuente con conocimiento de causa que pide confidencialidad. Gutiérrez, del comité organizador, niega este cobro.
En definitiva, los críticos apuntan a la “privatización” y apropiación comercial del festejo popular y religioso por parte de algunas familias.
Feriantes piden un lugar
La otra polémica es con los feriantes de la plaza 12 de Octubre.
Cada año, se recrudece la disputa por el espacio porque al vallarse la zona de la plaza los feriantes se ven imposibilitados de vender.
Por este motivo, delegados del sector verde de la feria tenían previsto llevarle al área de Economía Social municipal una propuesta para ser reubicados y poder vender este sábado.
“Con la situación que se vive en el país, no podemos dejar de vender en esta fecha que es especial y se junta mucha gente en la plaza”, apunta un feriante a La Décima.
“Tenemos 39 años de vida como feriantes y también merecemos respeto”, agrega la fuente.