Tenemos presidente
(Mario Albera) El nuevo spot oficial de campaña de Sergio Massa es un juego publicitario que mezcla anticipación, esperanza y certidumbre. Mientras un televisor en un bar muestra al candidato aleccionado sobre los geniales fracasos económicos y las propuestas por venir, la cámara pasea por los rostros de actores que hacen de ciudadanos argentinos que se van convenciendo con sus palabras. Finalmente, con gestos de satisfacción, rematan: “Tenemos presidente”.
Ya está. Elección cantada.
Pero para ser exactos, los argentinos que no participamos de la actuación, en realidad tenemos tres presidentes. Un presidente ceremonial llamado Alberto Fernández, elegido por el voto popular, sin poder real, hoy de viaje de placer por la China de Xi Jinping. Una forma diplomática de empezar a despedirse como inquilino de la Casa Rosada con el dinero de los contribuyentes.
Otra presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Vicepresidente, pero presidenta en las sombras. Fue ella la que nominó a Alberto en un Twitter matinal hacen lejanos cuatro años. Nunca olvidemos semejante injerto institucional: un vicepresidente eligiendo al presidente. El experimento le salió por el tújez, con 744 por ciento de inflación acumulada desde el 10 de diciembre de 2019 hasta ahora. “El gobierno de Alberto fue peor que el de Macri porque empeoró todos los indicadores económicos y sociales”, declaró ¿un macrista? No, el ex secretario de Comercio de Néstor y Cristina, Guillermo Moreno. “Te metiste otra vez con el precio de la comida”, fustigó. Solo el kilo de asado aumentó de 300 pesos a 4.000 pesos. Un 1.233 por ciento en casi cuatro años.
Y el tercer presidente operativo y con poder real, Sergio Massa, quien en agosto de 2022 dejó la rosca de la presidencia de la Cámara de Diputados para asumir como ministro de Economía. Asumió con un dólar a 290 pesos, hoy cotiza a 1.000. La inflación que era de un dígito, hoy es de dos dígitos mensuales y de tres anuales. Y además sumó más de 400 mil pobres y 500 mil indigentes desde enero. “Mientras muchos metían la cabeza abajo de la cama, me hice cargo de un país que hablaba de un gobierno de salida, de helicóptero”, se jacta el candidato de haber agarrado “un fierro caliente” cuando el país estaba sumido en una profunda crisis. Una crisis que él potenció.
En conclusión: tenemos un presidente en decorado. Una presidenta en las sombras cada vez más recluida, sobre todo después del escándalo del yategate. Y un presidente en ejercicio, que nadie votó, pero que alimenta el milagro de entrar al ballotage con prontuario económico incluido. Tenemos con qué llegar a la hiperinflación. Y tenemos con quién hacerlo. “Tenemos presidente”.