59 días de cuarentena, la novela de la Villa (Días 4 y 5)

Día 4

Sobre la mesa de la cocina hay una plancha desarmada: tornillos, manija y circuitos eléctricos, están desperdigados sobre el mantel a cuadros. Oscar tiene puestos los lentes recetados de su mujer. “¿Cuánto tienen de aumento, estos?”, pregunta, y hunde el destornillador en una de las piezas. “Son culos de botella”, rezonga ante su mujer.

La Moni se lima las uñas en la cocina; tiene una pierna flexionada y usa la rodilla para apoyar su mano. “Cerrá un poco las piernas, que se te ve todo”, manda la madre. “Hola, doñita, ¿está el Lucas?”, se escucha de alguien que se asoma por la puerta de calle. “Hola, Dani, pasá a la pieza, que sigue durmiendo”. El Dani saluda y sufre un repentino estrabismo al ver el short cavado de Moni. “¿Cómo está la Loly?”, le pregunta la Mónica al pasar. “Bien, ya le sacaron el yeso”, contesta. “Ojalá que ahora se lo pongan en la boca a esa yegua”, murmura con sarcasmo.

“Vieja, la plancha está lista, eh. Usála y me contás”, avisa Oscar, y se dispone a encender la tele. “Dale, hoy te hago las milanesas de mondongo que me pediste ayer”, devuelve Silvia.

Día 5

“¡Catrielllll, Anabelaaaaa!”, grita Moni, parada en el umbral de la puerta. “Ya vamos,  ma´”, responden juntos. “Vengan ya o los hago re cagar”, levanta la voz La Moni. “Ufa, ahí vamos”, dice Catriel con mala gana, y empieza arrastrar las piernas, distinto a su hermana que corre por temor a una represalia.

“Siéntense en la mesa y empiecen a ser los deberes”, ordena. Moni fue a buscar los deberes colgados en una pizarra afuera de la escuela. Son ejercicios de matemática y textos de castellano, biología e historia, mientras dure la cuarentena obligatoria así serán las clases.  Catriel cursa tercer grado y Anabella, segundo. “Si no entienden algo me dicen y la llamamos a la Nati”, les dice Mónica. La Nati es amiga de la familia, docente escolar y siempre atenta para dar una mano.

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