M no desapareció, desaparecimos nosotros

(Por Nacho Levy para Télam) Cuando una niña se duerme debajo del puente, ahí, ante los ojos de ningún televidente, desaparece la niña, desaparecen sus sueños y desaparece un puente. Que se vuelve lecho. Cuando esa niña despierta a la sombra del techo que le puso la vida, escondida bajo la alfombra de muchísimos otros, quienes empezamos a desaparecer somos nosotros. Borrosamente, como perdido entre la gente que no busca gente, su ojito desviado espiaba un horizonte nublado que ningún oculista podía revisar, porque todavía faltaba que la fuéramos a buscar. Tan bella, tan cerquita de acá.

Ahí nos esperaba ella.
Y su mamá.

Malamalamala y todas las barbaridades que publicaron con esa impunidad que nos envenena: tampoco la buscaron, cuando tenía la edad de su nena. ¿Y el Estado? No ha llegado, pasó primero “un cartonero”, que no halló dificultad para llevársela con absoluta libertad: “llegó lo peor”, “un secuestrador”, “a lo mejor un violador o un asesino”, ¡qué crueldad, el destino! Circuló la foto de un primo inocente porque sí, descubrió un indigente sin DNI, se negó a tomar la denuncia de su tía y nos dejó una niña sin casco ni ciclovía, burlando todos los controles de la Policía… Total normalidad. Y una indiferencia siniestra.

La crueldad es nuestra.

Nos salva la dignidad y la solidaridad que mostró la comunidad, esa fuerza vecinal que logró meter a M en la agenda nacional. Y sí, ahora somos miles gritando en los atriles, que salgamos a su encuentro, que la patria justiciera, ¡que se pudran adentro, como se pudrían afuera! Tarde, para valientes. Si el tipo tenía antecedentes y en especial si no tenía casa, ni corporación, los medios tendrán su sarasa y el “chakal” tendrá su prisión. Hasta sonarán serios, sus improperios, la morbovisión de los diarios y la sobreactuación de los funcionarios, porque al menos pagará uno esta vez. Ahora, después habrá que transformar esta realidad, para no seguir siendo esta mierda de sociedad que las excluye y nos incluye, por más que nos pongamos a vociferar de manera vehemente, cuando sólo nos queda despertar, colectivamente. M nos estará mirando.

Y debajo del puente,
otra niña nos estará esperando.

 

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