Sembrar el caos como método de extorsión política
(Mario Albera) Lo que pasa afuera del Congreso mientras se debate en el recinto el proyecto de ley ómnibus impulsado por el gobierno de Javier Milei para reformar el Estado es la crónica de un hecho anunciado.
Antes y después del rotundo triunfo del libertario en el balotaje, se dijo y predijo que la izquierda, el kirchnerismo y los sindicatos prenderían mecha a la calle para sembrar el caos y pudrir la gobernabilidad.
La feroz represión que denuncian los legisladores peronistas y la izquierda trostkista, es desmentida por los hechos: solo dos detenidos, con un solo herido ayer. Violencia también es mentir y el kirchnerismo es experto en posverdades. La sabe lunga.
Mientras el reaparecido Máximo Kirchner suma desprestigio por TV sobreactuando ser víctimas del Estado represor de Bullrich, el experimentado y polifuncional Miguel Angel Pichetto (les votó las leyes de reformas a todos: de Menem a Kirchner pasando por Duhalde) les dijo a la cara a la izquierda y a los K que dejen de “jugar con las cartas marcadas”. Es decir, montar el caos afuera como método extorsivo para lograr frenar la sanción de la ley ómnibus. Norma que, de ser sancionada, saldrá más deshilachada que como entró al bajar la cantidad de empresas a privatizar y recortar más las facultades legislativas a Milei.
El peronismo quedó tan desconcertado y huérfano de liderazgos tras el batacazo mileísta que rifa el 44% (11,5 millones de votos) aliándose en la calle con la izquierda más sectaria y retrógrada del 2,7% en las urnas (apenas 700 mil votos) Siembran caos y siguen inoculando espanto en la mayoría de la población que les dio la espalda y que respaldó con el 56% de los votos (14,5 millones) a un inesperado líder de ultraderecha, toda una rareza nacional.
Es paradójico lo que sucede en esta Argentina del revés: la oposición aguerrida acusa al libertario de pretender privatizarlo todo, pero ellos pretenden privatizar la calle. Se creen dueños, tanto para impedir el derecho de la mayoría a circular y trabajar. Es la prepotencia de una minoría auto percibida iluminada subida a la “cultura del aguante”. “La Patria no se vende”, vociferan en perorata antimperialista, pero la cleptocracia gobernante del pasado la hipotecó generando 45% de pobreza estructural. El delirio de los lanzadores de piedras es gigantesco.
Reivindico el derecho de Milei a fracasar. Como fracasaron los radicales, los peronistas y los macristas, en cuarenta años de democracia. Los argentinos trabajadores resisten el plan motosierra con hidalguía (la casta éramos todos) porque el partido recién empieza y porque conservan la esperanza de que el libertario emboque la pelota en el arco antinflacionario. Todavía restan 3 años y 10 meses por delante. El “club del helicóptero” debería deponer sus fantasías golpistas.